Cada mirada cuesta tanto como llegar a fin de mes. El esfuerzo del día a día, las exigencias propias de la sociedad a las cuales cada individualidad reacciona como puede, el cansancio y el hastío. Esas miradas que nunca miran a otros ojos más que a sus pies, llevan en su interior la idea del «todos por todos» mientras que en su exterior la lucha por sobrevivir va arrancando de a poco sus almas. ¿Resentimientos? ¿Esperas infinitas? ¿Gritos ahogados? Un niño que tiene frío, al que le suena la pansa, y toda una sociedad que exige, cada vez lo hace con más fuerza. Y con la misma intensidad cada vez más se va todo a la mierda. Nadie ve, o nadie quiere ver. Una mayoría olvidada que sigue estandolo aunque alguien le regale dos días de comida. Durante toda su historia les mienten mejoría, y solo reciben un recuerdo de generosidad, que no solo no mejora sus vidas si no que los hace dependientes y los mantiene estancados. Ojos tapados con vendas de colores que muestran el camino del Uno y que no permite ver el camino del Todo.
Johana Carrizo
Que excelente reflexión. Que gran verdad. La manera en que esta escrito es simplemente genial.
Que ganas de llorar que tengo ahora…
AHI NO PARECES VOS DESOXI.. ES TAN LINDO LO QUE PUSISTE 🙂